Reseña: Muertos y resucitados, Juan Manuel Vial

Reseña: Muertos y resucitados, Juan Manuel Vial

Reseña: Muertos y resucitados, Juan Manuel Vial

Fantasmas queridos, sombras que persisten, muertos que en la mayoríade los casos fueron cercanos al autor, esos son los personajes que dan vida a Algunos adioses, la colección de estampas breves y brevísimas que presenta Francisco Mouat. Apreciados en conjunto, los textos conforman una divagación personal que gira en torno a la pérdida de seres amados. A través de la rememoración, Mouat guía al lector por una suerte de panteón íntimo, en el cual se encuentran personas de las que ciertamente hemos oído hablar, así como también otras desconocidas, pero que, gracias a la convicción de quien escribe, bien pueden llegar a convertirse en seres familiares e incluso queribles.

Las impresiones propias del autor están aquí sustentadas por las palabras de algunos de los escritores que él más admira. Mouat, además, posee un talento que no le es propio a todos los buenos lectores: el de administrar con gracia una cita precisa. Frases de Primo Levi, Coetzee, Vila-Matas, Perec, José Emilio Pacheco, Bellow, Onetti, Bernhard, John Donne, se funden con el sentir del que narra, creando un conjunto de voces atractivo y dinámico. Gran parte del sentimiento de este libro está condensado en una frase de otro de los convocados, W.G. Sebald, quien en esa obra inclasificablemente hermosa, titulada Los emigrados, escribió que “recordar a los muertos nos distingue de los animales”.

Entre los recordados por Mouat en este, su sentido adiós, se cuentan el ya famoso empampado Riquelme (personaje acerca del cual el autor escribió un libro anterior); un sobreviviente de Auschwitz que terminó sus días en Concepción (Américo Grunwald); el escritor Georges Perec; un fotógrafo argentino que les hace justicia con su arte a los detenidos desaparecidos de su entorno (Marcelo Brodsky, quien, valga aclararlo, está vivo); un profesor de música que formó bandas infantiles en La Serena y fue ejecutado por sus ideas políticas (Jorge Peña Hen); un joven fotógrafo talentoso, osado y enamoradizo que encuentra la más horrible de las muertes al cruzarse en el camino de una infame patrulla militar (Rodrigo Rojas De Negri).

Dispuestas en un tono más íntimo, y por ello más conmovedor, figuran las estampas de aquel “amigo del alma” que muere antes de tiempo (José Luis Molinare Zuanic); de “la mujer que trabajaba en mi casa de infancia, y que se fue a morir a Paine, con la que siempre tendré una deuda de amor no correspondido” (María Rosa Martínez Flores); de Anisol, quien le prestó al autor un libro de Dino Buzzatti que entre sus páginas todavía aprisiona pedazos de información que hablan de su desaparecida dueña; del profesor universitario que marcó a muchos con su carta de navegación (Fidel Sepúlveda); del tío abuelo “que vivió prácticamente toda su vida en el asombro” (Héctor Croxatto).

El último de los resucitados por Mouat es Pierre Jacomet, aquel hombre de letras que antes de dejar este mundo tuvo el temple necesario como para llevar a cabo una estupenda traducción de parte de los Ensayos de Montaigne. En ese libro invaluable, Montaigne plasmó para la posteridad una de las divagaciones más hermosas que se han escrito acerca de la amistad. Y más que un compendio repleto de tintes fúnebres o tristones, Algunos adioses es una invitación a compartir algunos destellos de ese mismo sentimiento.

Juan Manuel Vial
La Tercera
12 de marzo de 2011

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