Reseña: Donde irrumpe la felicidad empieza el silencio, Leonardo Sanhueza
La figura de Julio Ramón Ribeyro ha ido creciendo con los años, desde su muerte en 1994. Si antes era calificado casi mecánicamente como el mejor cuentista peruano, con la valoración de sus diarios, sus Prosas apátridas y su correspondencia se ha revelado como uno de los principales escritores latinoamericanos a secas. “Yo me considero un escritor, antes que nada”, dice. “Creo que eso es lo importante. Que lo sea escribiendo novelas, cuentos o cualquier otra cosa es secundario”.
Este libro -cuyo título parafrasea La palabra del mudo, sus cuentos completos- es una antología de entrevistas de varios autores a Ribeyro. Aunque más de una vez se declaró cansado de que le preguntaran las mismas cosas de siempre, en estas páginas se muestra abierto a hablar con generosidad, tomándose su tiempo. Habría preferido no ser entrevistado, no figurar, no sacarse fotos, pero a menudo era más fuerte la responsabilidad de corresponder al compromiso de sus editores y mantener un vínculo extraliterario con sus lectores.
Por lo mismo quizás, por esa incomodidad de ser interrogado, no es un entrevistado de ocurrencias, un interlocutor chispeante de tiro corto y preciso, sino que prefiere expresarse con delicada morosidad reflexiva, serenamente, a velocidad de fumador, como si en vez de dar una entrevista estuviera redactando un ensayo. Habla de fútbol con Bryce Echenique, opina sobre política, recuerda su infancia, pero la mayor parte del tiempo habla de literatura propia y ajena, con una densidad admirable, que lo lleva a ideas claves como ésta: “No se puede decir nada de la gente feliz”, porque “donde irrumpe la felicidad empieza el silencio”.
Leonardo Sanhueza
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Domingo 15 de julio