Secretos de amor y muerte

Los poemas de este segundo libro de Begoña Osés titulado Secretos de amor y muerte nos vuelven a recordar que hay poesía que, antes que la manifestación de un combate, es un arma de sobrevivencia. Es como cuando José Agustín Goytisolo escribió sus Palabras para Julia: “Nunca te entregues ni te apartes/ junto al camino nunca digas/ no puedo más y aquí me quedo./ La vida es bella tú verás/ como a pesar de los pesares/ tendrás amor, tendrás amigos./ Por lo demás no hay elección/ y este mundo tal como es/ será todo tu patrimonio./ Perdóname no sé decirte/ nada más pero tú comprende/ que yo aún estoy en el camino”.
La hablante de los poemas de Begoña Osés está amando y sufriendo al mismo tiempo. La imagino escribiendo estos versos. Dentro de un mapa de belleza y dolor, dibuja el croquis del amor y de la muerte para que nosotros completemos a escala el territorio donde se libran todas y cada una de nuestras batallas. ¿Quién no conoce estas tierras y estos mares? ¿Quién no atravesó estos desiertos, páramos y espejismos buscando un refugio y saciar la sed antes de seguir la marcha a ninguna parte?
La poeta Wislawa Szymborska lo supo siempre y lo escribió, y Begoña Osés leyó, sin duda, a la polaca: “En la lengua de la poesía, donde se pesa cada palabra, ya nada es común. Ninguna piedra y ninguna nube sobre esa piedra. Ningún día y ninguna noche que le suceda. Y sobre todo, ninguna existencia particular en este mundo. Todo indica que los poetas tendrán siempre mucho trabajo”.
También leyó a Gonzalo Rojas, lo sé: “Estemos preparados. Quedémonos desnudos / con lo que somos, pero quememos, no pudramos / lo que somos. Ardamos. Respiremos / sin miedo. Despertemos a la gran realidad / de estar naciendo ahora, y en la última hora”.
En los poemas de Begoña Osés hay pasión y desengaño, fascinación y desencuentro, ferocidad y un colibrí de esperanza. A pesar del desapego y el abandono, el ejercicio diario del derecho a brindar y a soñar. La poesía no como desahogo, sino como brújula.
Una vez le preguntaron al escritor Ernst Jünger sobre la relación de su jardín con la poesía:
–Mi jardín me brinda una certeza mayor que cualquier sistema filosófico. Es suficiente observarlo para comprender que allí ocurren cosas absolutamente diferentes de las que percibimos. Por ejemplo, el diálogo cósmico que se produce entre la tierra y el sol durante la floración, que puede implicar en lo profundo nuestro ánimo sin que haga falta incomodar a un más allá. La poesía puede ser suficiente, porque nos pone en el estado de ánimo adecuado.
–Pero, ¿puede aún la poesía cumplir con un deber tan difícil?
–No lo sé, de la misma manera que no sé si la poesía tiene, en general, un deber. Pero sé que hay que protegerla.
Los que leen poesía la protegen. Los que la leen y la escriben se nutren de ella. Me gusta entender a la poesía como una forma de correspondencia. Con los vivos y los muertos. Los que aman y dejan de amar y ser amados. De ellos hablan estos versos. De ella y de nosotros. De caminantes sin rumbo, de amantes fatigados por el éxtasis del incendio amoroso, de desnudos, descalzos y desvalidos. De muros y armaduras. De abismos y olvidos. Con su mejor arma, la única posible: el lenguaje.
Francisco Mouat

$9.000

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Ficha técnica

Páginas

68

Editorial

Autoedición

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9789564107318