El gol de Lucila

¿Hay más honor que apostar una bebida comunitaria en una pichanga?, se pregunta Vicente Vásquez -inquieto, metódico, versátil y futbolero- en uno de los 23 relatos y tres crónicas que componen el que seguramente será el primero de sus libros, escrito en los tiempos que le dejan sus estudios de periodismo. La convicción que subyace en esa pregunta retórica es sencilla: el fútbol es democrático. Lo es en sus relatos, que recorren Alto Hospicio, Vicuña, Puerto Natales, San Vicente de Tagua Tagua. Y por obra de ellos, los que son (Arturo Vidal, Esteban Paredes, el Pitbull Medel) conviven con los que podrían ser: la entrañable Gabi, oriunda de las tierras de la Lucila, que con 10 chiquillas le propina feroz contienda al equipo masculino de quinto básico; el tata Manuel que prefiere el relato radial a voz en cuello antes que la perversión del fútbol televisado; Ricardo, el arquero que opta por desaparecer para no enfrentar la vergüenza de los cuatro goles que se le fueron entre las piernas; y hasta la tía Ana, a quien se atribuye el haber echado desde el más allá una mano a Mark González para darle el triunfo a la selección chilena frente a Suiza, en el mundial de Sudáfrica. Un puñado de personajes entrañables, unidos por el griterío del gol y el llanto de la derrota, la rabia con el error del delantero, la vista gorda con la corrupción de dirigentes y con la arrogancia silvestre de la hinchada. Unidos por la fascinación del fútbol. Vicente Vásquez Feres. Subterranis.