El regreso, de Hisham Matar

El regreso, de Hisham Matar

El Regreso, de Hisham Matar, me pareció una autobiografía extraordinaria; es curioso que un relato como este, que se sostiene en base a una historia real -el regreso del autor y su familia a Libia, después del derrocamiento de Gadafi- sea al mismo tiempo tan entretenido como triste y desolador. Matar, nacido en Nueva York, tiene casi la misma edad que yo, tal vez por ello, considerando incluso las diferencias geográficas y sobre todo culturales, no me fue tan difícil conectarme con su experiencia.

Cuando leía el libro recordé la muerte de Anita González, su nombre, su imagen y duelo reverberan en mi memoria. La muerte de un ser querido impone un obligado y categórico silencio, pero su detención y desaparecimiento, supongo, te deja perdido, extraviado. Y aparecen muchas preguntas. Tal vez bosquejos de respuestas. Recuerdo asimismo que me fui de mi casa a muy temprana edad, a los 17, y durante algún tiempo me sentí un poco perdido, aunque siempre tuve la posibilidad de volver, hablar, mirar, estar con mis amigos, la familia, los afectos. Leyendo a Hisham Matar pienso en el desamparo que se debe sentir si no está tu padre, tu madre, tus hermanos. ¿Dónde puedes volver? ¿Dónde puedes mirar?

Hace muchos años vi la película argentina Roma: un personaje, que estaba fuera de su país, reclamaba nostalgia de su tierra, y otro le decía que «la patria no es un espacio geográfico, sino el lugar donde  están tus seres queridos, tus afectos”. En la vida de Matar esta patria no es Inglaterra, Estados Unidos ni Libia, sino el encuentro con su padre, Jaballa, o más bien con los restos de su padre, quien fue secuestrado y desaparecido. La patria no existe si no hay un lugar, un recuerdo, en el que afirmarse, si no hay hacia donde mirar. Hay un estar, ciertamente, pero no un habitar.

En la página 240 del libro hay una mujer que se entera de la muerte de su hijo, habría ocurrido hace mucho tiempo, durante el cual ella lo pensaba o quería vivo; se dice que sale corriendo a la calle enajenada gritando por él, y lo único que se le entiende es la palabra “años». Pienso en su angustia y recuerdo, en El grito de Edvard Munch, es la contundencia de la imagen para expresar un sentimiento de angustia y soledad. Me parece que ese sentimiento funda, en parte, la narración de Hisham Matar. Es Hisham Matar en Libia, al otro lado del mundo; es Anita González en Chile. Después de todo, no somos tan distintos. Si no pudimos ser felices ayer, quisiéramos tener un poco de paz hoy. Parece lo mínimo, sin embargo a veces cuesta tanto. Tan lejos, tan cerca, como la película.

Carlos Aguilar

El regreso, de Hisham Matar, fue publicado por Salamandra.
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