11.2014 Vivienda y Decoración: Pasión por el libro

11.2014 Vivienda y Decoración: Pasión por el libro

Pasión por el libro

La librería Lolita no tiene VD-3lector de códigos de barra para ver los precios «porque eso es muy de cadena o de supermercado». Su dueño, el periodista y escritor Francisco Mouat, lo descartó para poder conversar, relacionarse de otra manera con quienes vayan al lugar, recomendarles libros e interactuar con ellos. Tampoco hizo un estudio de mercado para evaluar dónde o cómo abrir este local de 122 m2 de superficie, distribuidos en dos pisos. «Para qué si en esto hay que dejarse llevar, emocionarse, sentir que la guata se aprieta, permitir que los sueños se cumplan», dice quien hoy trabaja con su mujer, su hija Antonia y su yerno.Hace siete años cuando, sin un proyecto en mente, dejó el cargo de editor de revista Domingo, de El Mercurio, apostó por la independencia sin saber qué haría.Gracias al consejo de un amigo fotógrafo comenzó a dar talleres literarios y a hacer más clases en la universidad. Pronto creó la editorial Lolita, que tomó prestado el nombre del pastor alemán que tuvo su familia, y bajo su marca ya ha publicado casi una decena de títulos. «Nuestro objetivo no son los éxitos comerciales; somos un sello independiente, cuya diversidad hace difícil su clasificación», explica.

A fines del año pasado surgió además la idea de armar una librería con escala humana, muy de barrio. «Pudo haber estado en el inconsciente hace muchos años, pero siempre hay un detonante y en este caso fue la propuesta de una amiga profesora de historia que me comentó que le gustaría tener una propia», recuerda Mouat, también ex redactor de las revistas APSI y Hoy, periodista del programa El Mirador de TVN y director de Don Balón Chile.

VD-6Fue ella quien descubrió este local -ubicado en un edificio Moderno de 1975, en República de Cuba 1724-, cuando todavía era una antigua fábrica de guantes industriales y estaba a la venta. Fue a verlo en dos o tres ocasiones con la arquitecta Pelagia Rodríguez;
coincidieron en que aunque estaba a maltraer era ideal porque tiene muy buenas dimensiones, altura y además cuenta con un subterráneo donde con uno que otro cambio podrían realizar los talleres literarios. Lo segundo positivo es el sector; queda cerca de su casa, y es donde se crió su papá, por lo que le resulta muy familiar.

-Es un barrio con conciencia de barrio, que defiende su identidad y que si bien es parte de Providencia está lejos del ajetreo y el ruido propio de la comuna. Nunca pensamos poner esta librería en una zona muy comercial ni poblada, sobre todo porque teníamos claro que aquí estaríamos todos los días y a toda hora, que sería casi como una segunda casa -dice Mouat.

Inesperadamente ese espacio se fue a remate, pero él no tenía la plata para comprarlo. Averiguó quién era su nuevo dueño y a la semana se juntaron en el café de la esquina para presentarle su proyecto. Como le interesó, ese mismo día de marzo cerraron el acuerdo.
En un par de meses lograron transformar el espacio. Lo primero fue romper la losa entre ambos niveles para conectarlos visualmente a través de una doble altura y permitir el ingreso de luz natural y mayor ventilación al subterráneo que era encerrado y oscuro. «Eso fue determinante porque en los talleres uno necesita expandirse, reírse fuerte, conversar e interactuar mucho», explica Pelagia Rodríguez desde la experiencia, ya que hace cuatro años ella también participa en estos.

VD-2Los muros de esa parte del local -de hormigón- los pintaron blancos y tienen una terminación rugosa, lo que le da al ambiente un carácter suelto, bastante informal. Para reforzar la conexión entre las plantas la arquitecta revistió una de las paredes con placa de terciado, material que también usó en el mobiliario en obra que proyectó. Arriba, además, diseñó una serie de muebles isla con ruedas -en la misma madera-, pensando en que puedan desplazarse con facilidad cada vez que realicen lanzamientos de libros, presentaciones o conversaciones con autores y proyecciones de películas, todas actividades que en Lolita se harán de modo sistemático.

En este nivel también se privilegió la limpieza visual del espacio; en vez de construir estanterías que aprovecharan la altura (3,8 metros), dejaron una franja para exhibir fotografías en blanco y negro de destacados autores chilenos: José Alvujar, Marcelo Montealegre, Ramón Ángel Acevedo, Álvaro Hoppe y Luis Poirot. Hoy en esos muros aparece Violeta Parra sonriendo, unos niños mapuches, las celebraciones del mundial de fútbol del ’62, y poetas como Enrique Lihn, Nicanor Parra y Jorge Tellier, entre otras imágenes.
Mediante la incorporación de notas de color rojo -a través de algunas lámparas y frentes de las estanterías- generaron la calidez necesaria para un espacio que se pensó despejado, pero a la vez acogedor y práctico. «Queríamos que fuera vivo y dinámico, pero sin tanta parafernalia; intentamos crear ambientes de casa, a escala humana, conectados con el barrio», explica Francisco Mouat, quien atiende personalmente todos los días de 10:30 a 20:00 horas.

En el catálogo de lolita hay literatura de gran variedad de sellos; en él destacan los libros de fútbol y para niños.

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